martes, 8 de marzo de 2011

Cómo ser mujer y no morir en el intento


En una ocasión, no hace mucho tiempo, una persona muy reputada profesionalmente y muy amigo mío me comentó:
-“Eva, te adoro y te respeto, porque a pesar de ser en apariencia muy femenina, te comportas como un hombre”
En ese mismo instante, mi corazón de loba, se exitó. Mi parte femenina volvió a sus orígenes y se rebeló. Se rebeló, por esa falta de reconocimiento a lo que era en esencia: una mujer. Con mucha calma y sutilidad (claramente, femenina) le comenté:
-“yo también te adoro y te respeto, pero ¿por qué piensas eso? ¿por qué piensas que me comporto como un hombre?”
Y esta fue su respuesta:
-“Porque...
-no te tiembla el pulso a la hora de tomar decisiones.
-eres firme y consecuente.
-y te enfrentas a las cosas”.
A ver, a ver, pensé yo …es decir…que soy asertiva, valiente y comprometida…pues vaya incongruencia, porque precisamente estas características son las que los antropólogos, psicólogos y sociólogos enmarcan dentro de lo puramente femenino.
Entonces ¿qué le pasaba a mi amigo? ¿por qué estaba tan confundido en cuanto a mi rol?
Históricamente a las mujeres, les han hecho creer que eran el “sexo débil” y seguramente en algún momento de la historia, la percepción sobre esa “debilidad física” se transformo en “debilidad de carácter”…y precisamente, la fuerza física masculina impidió destapar el error de esa percepción.
Algunos datos para aclarar estos errores. Hoy por hoy, en España hay un 68% de mujeres que presentan la demanda de separación, frente a un 32% de hombres. Esto responde sobre a quién le cuesta más tomar una decisión tan importante y con tantos componentes emocionales como la que implica una separación matrimonial.
En cuanto a ser firmes y consecuentes, eso lo demuestra un dato que históricamente ha pertenecido a la naturaleza femenina: la educación de los hijos. Para educar bien a un niño, debes de ser firme y consecuente. Sería imposible ganarte su respeto si no lo eres. En este caso la cosa se completa cuando además das amor, empatía y cierta flexibilidad (cualidades atribuidas, en este caso sin discusión, a la mujer)
Por último, enfrentarse a las cosas, podríamos hablar de temas que todos sabemos como: la menstruación, los embarazos, los partos…en fin, temas muy manidos, pero no por ello poco importantes a los que se enfrentan las mujeres, porque sí, porque les ha tocado, porque va incluido en el lote de ser mujer…
Pues eso amigo mío, me gusta ser mujer y además, no niego, es más reconozco, que me encantaría tener un hombre a mi lado, que me quiera, me respete, me abra la puerta, me deje pasar, me regale flores, me lleve a cenar a la luz de las velas e incluso me cante canciones de amor (siempre y cuando tenga buena voz, por supuesto) y al que yo pueda amar, admirar, respetar, apoyar, cuidar y ser parte suya. Pero no en forma de costilla, sino como dos piezas que encajan en el puzzle de la vida. Dos piezas con el mismo valor, pero diferente forma.
Y si valorar al hombre y reconocer que te gustaría tenerlo a tu lado significa ser machista...¡pues soy la mujer más machista del mundo!...pero cuidado, dando el reconocimiento que se merece a mi parte como mujer. Sin imposiciones. Con respeto.
Afortunadamente, hombres y mujeres somos diferentes y ¡viva esa diferencia!