La chispa
La chispa era muy lista.
Iba saltando de persona
en persona como una pulga revoltosa.
Le encantaba
experimentar con los “encuentros” y jugaba a conectar neuronas, corazones e incluso
energías.
Estos últimos asuntos
eran la parte más problemática y más desagradecida para la chispa. Muchas veces
tenía consecuencias terribles.
Y claro, cuando salía
mal, los egoístas humanos le echaban siempre la culpa a la chispa.
Los humanos no sabían
que para lo bueno y para lo malo, como en cualquier matrimonio, la chispa era
necesaria.
La chispa también era
maestra.
Escribía sus libros de
texto en las páginas de la vida y la vida se lo agradecía repartiendo
sorpresas.
Pero a los humanos
tampoco les gustaban las sorpresas, por eso criticaban la alianza entre la
chispa y la vida.
En general lo humanos
criticaban todo.
La chispa vivía en un planeta
interdimensional llamado Esperanza, nada que ver con la Aguirre, y mucho que
ver con la creatividad y el amor.
Costaba un esfuerzo
terrible llevar a los humanos a su planeta y cuando por fin lo lograba, muchos
salían pitando sin dar explicaciones y encima se marchaban cabreados.
Y la chispa desesperada,
hizo un último intento y abandonó su planeta, entrando en el de los humanos.
Y entonces se dio cuenta
que fuera de Esperanza, la chispa, no era nadie.
Entonces, fue demasiado
tarde para regresar.