Erase una vez un trovador que aparecía cada noche en el
balcón de una princesa. Tocaba bellas canciones para que permanecieran en los
sueños de la dama y así poder estar más cerca de ella.
La princesa soñaba, y las dulces melodías aparecían en sus
sueños llenas de esperanza y magia.
Pero cuando despertaba, su realidad era prisionera de un
sentido común fuera de lo común. Y dejaba de escuchar.
Así que cada noche, el trovador tenía que empezar de nuevo y
tratar de convencer a la princesa para que volviera a soñar con sus cánticos.
Esto suponía mucho esfuerzo para el trovador y mucha confusión
para la princesa.
La princesa ya no diferenciaba lo que era real y lo que era
sueño.
Algunas veces aparecía sonámbula en el balcón y lanzaba la
cola de su vestido para que el joven pudiera subir por ella.
Pero cuando el trovador cogía impulso y lo intentaba, el
tirón despertaba bruscamente a la princesa y salía corriendo a refugiarse en
las paredes de su castillo de piedra.
Así iba pasando el tiempo y cada noche se repetía la misma
historia.
En uno de sus ataques de realidad, la princesa convocó a “La
Bola de Luz”.
“La Bola de Luz” era el alma sabia de la comarca. Era famosa
por dar luz a todas las sombras de dudas.
-““Bola de Luz” Soy una princesa confundida. No entiendo
porqué mis sueños y mi realidad no pueden convivir en armonía. Hay un trovador
que lo intenta, pero yo me resisto a que suceda.”
Y “Bola de Luz” dijo.
-“Señora, la cuestión es que usted no quiere ser una
princesa. Usted quiere ser una “no princesa”, y para conquistar a una “no
princesa” hace falta muchísimo más que las prometedoras melodías de un
trovador. Deje libre al trovador, para que pueda encontrar a la princesa que
sepa vivir feliz con sus preciosas canciones”
La “no princesa” se marchó muda y triste. Sabía lo que tenía
que hacer. Pero le costaba mucho hacerlo porque las melodías eran bellas. Muy
bellas. Demasiado bellas.
Pero encontró la solución.
Esa noche no volvió a salir al balcón. Ni esa noche, ni
ninguna otra.
Se quedo en su habitación y empezó a crear bellas canciones
para ella misma. Bellas canciones que regaló con mucho cariño a sus oídos.
Y las guardó como tesoros, porque sabía que algún día,
podría llegar a compartirlas con alguien. Cantándolas juntos esta vez. Como si
fueran una única voz.
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