sábado, 29 de septiembre de 2012

Un cuento: el trovador y la princesa


Erase una vez un trovador que aparecía cada noche en el balcón de una princesa. Tocaba bellas canciones para que permanecieran en los sueños de la dama y así poder estar más cerca de ella.
La princesa soñaba, y las dulces melodías aparecían en sus sueños llenas de esperanza y magia.
Pero cuando despertaba, su realidad era prisionera de un sentido común fuera de lo común. Y dejaba de escuchar.

Así que cada noche, el trovador tenía que empezar de nuevo y tratar de convencer a la princesa para que volviera a soñar con sus cánticos.
Esto suponía mucho esfuerzo para el trovador y mucha confusión para la princesa.
La princesa ya no diferenciaba lo que era real y lo que era sueño.
Algunas veces aparecía sonámbula en el balcón y lanzaba la cola de su vestido para que el joven pudiera subir por ella.
Pero cuando el trovador cogía impulso y lo intentaba, el tirón despertaba bruscamente a la princesa y salía corriendo a refugiarse en las paredes de su castillo de piedra.

Así iba pasando el tiempo y cada noche se repetía la misma historia.
En uno de sus ataques de realidad, la princesa convocó a “La Bola de Luz”.
“La Bola de Luz” era el alma sabia de la comarca. Era famosa por dar luz a todas las sombras de dudas.

-““Bola de Luz” Soy una princesa confundida. No entiendo porqué mis sueños y mi realidad no pueden convivir en armonía. Hay un trovador que lo intenta, pero yo me resisto a que suceda.”

Y “Bola de Luz” dijo.

-“Señora, la cuestión es que usted no quiere ser una princesa. Usted quiere ser una “no princesa”, y para conquistar a una “no princesa” hace falta muchísimo más que las prometedoras melodías de un trovador. Deje libre al trovador, para que pueda encontrar a la princesa que sepa vivir feliz con sus preciosas canciones”

La “no princesa” se marchó muda y triste. Sabía lo que tenía que hacer. Pero le costaba mucho hacerlo porque las melodías eran bellas. Muy bellas. Demasiado bellas.
Pero encontró la solución.

Esa noche no volvió a salir al balcón. Ni esa noche, ni ninguna otra.
Se quedo en su habitación y empezó a crear bellas canciones para ella misma. Bellas canciones que regaló con mucho cariño a sus oídos.

Y las guardó como tesoros, porque sabía que algún día, podría llegar a compartirlas con alguien. Cantándolas juntos esta vez. Como si fueran una única voz.

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