domingo, 1 de mayo de 2011

Ágora

Tenía una asignatura pendiente entre mi lista de películas: Agora de Amenabar y anoche me quité el gusanillo. La sorpresa fue que me removió tanto que empecé a llorar desde el saqueo a la biblioteca de Alejandría hasta el final. Y digo “sorpresa” porque no soy de lágrima fácil y mucho menos con las películas.
Cuando terminó y después de estar hipando desconsoladamente, me puse a pensar sobre lo que había pasado…y sólo encontré una palabra: miedo.
El miedo al poder de la sabiduría fue lo que llevó a los cristianos a acabar con el legado cultural greco-romano.
Y el miedo es el mal del mundo por excelencia. El miedo se comporta de forma extrema: o te paraliza o te hace reaccionar.
Cuando te paraliza te impide crecer, evolucionar, avanzar.
Cuando te hace reaccionar siempre saca los aspectos más negativos del ser primario. Aspectos inconscientes que anulan la toma de conciencia de lo que haces.

Pensemos…cuando una vecina critica a otra de forma destructiva, es por miedo a sentirse menos que esa persona, por envidia. Cuando alguien es egoísta es por miedo a quedarse con menos que el de enfrente. Cuando alguien no dice la verdad es por miedo a sentirse rechazado. Cuando alguien se queda con alguien sin amor, es por miedo a sentirse solo. Cuando alguien que tiene poder machaca a sus subordinados es por miedo a perder ese poder….y así pasando por las guerras…hasta el infinito.
Aunque el peor miedo de todos es el de enfrentarnos a nuestros propios miedos.

Por eso me quedo con la frase de Alex Rovira: “Lo contrario del amor no es el odio. Es el miedo”

No hay comentarios:

Publicar un comentario