sábado, 12 de septiembre de 2009

El coleccionista

Sentado en su butaca del siglo XVII, presionaba su última pieza de una forma muy delicada, casi como si fuera un cirujano a punto de abrir la carne de algún paciente. Su última adquisición, un corazón de rata, le había costado mucho trabajo conseguirla. Había tenido que descender hasta los suburbios más oscuros y comprársela a un mendigo ocasional que se alimentaba de tan exquisito, según él, manjar.

Cuando finalizó su obra, empezó a deleitarse con sus otras piezas. Un corazón de águila, un corazón de serpiente, uno de morsa…pero lo que más le emocionaba, era la nueva faceta de su colección. Y la primera pieza de ese puzzle era un corazón amargado. Había tenido que ir hasta el tanatorio a buscarlo. El vigilante le había comentado que la anciana fallecida no tenía ni familia, ni amigos, ni siquiera un perro que le lamiera los pies o un gato que le ronronease aunque ella no pudiera oírlo.

Le había parecido sublime haber descubierto este corazón amargado, pero lo mejor estaba por llegar…un corazón frustrado, un corazón desengañado o incluso la mejor pieza: un corazón enamorado.

En su concentración, no percibió el acero atravesando su bata roja de seda, no se dio cuenta de que entraba por su espalda, pasaba cerca de su columna vertebral y salía por su estómago. Su cabeza golpeó contra la mesa, desvirtuando con el golpe la posición de su colección. Los objetos tan preciados cayeron por el suelo, formando un cuadro descorazonador.

Y de fondo, casi con un eco irreal, se oía una voz que decía:

“Os presento la última y más preciada adquisición de mi colección…el coleccionista de corazones”

No hay comentarios:

Publicar un comentario