sábado, 12 de septiembre de 2009

El porqué de la huida

Mis pies rojos como un tomate se van deslizando por debajo de tus sábanas. Seguro que Satán está haciendo de las suyas para que no se puedan escapar. Pues se va a fastidiar porque no quiero mandarle al infierno. Va a estar muy calentito en su ambiente, así que le congelare en la nevera de mis deseos.

Te remueves inquieto, esperando una estúpida intención de huida por mi parte. Reconozco que el Diablo tiene razón. No me quiero escapar. Hoy no. Yo también quiero disfrutar de ese calorcito que da la ignorancia.

Cierro la puerta de mi boca, tengo miedo que se puedan escapar mis intenciones de permanencia. No quiero pensarlo todo. Quiero pensar nada. Aun así, mi voluntad es más débil que mi razón, y acabo destapando mi cuerpo.

El frío del desnudo me mantiene en la realidad y mi cabeza sigue liderando la jugada.

No haces nada y no quiero que no hagas nada. Pero mi voluntad no tiene nada que ver con este asunto.

Solo espero que dentro de diez vidas, cuando vuelva a tener los pies rojos como tomates debajo de tus sábanas, coincidan mi voluntad y la tuya con el único deseo de no escapar.

No hay comentarios:

Publicar un comentario