viernes, 9 de mayo de 2014

Cola de dragón

Hoy iba caminando por la calle con una cola de dragón colgada del brazo.
Imagino que esa escena podía resultar algo pintoresca para la señora con medio kilo de laca en el pelo con la que me crucé.

Me echó una mirada como de “pobre, eso lo tuve que hacer yo hace 25 años”
Y yo me sentí como “pobre, está recordando los tiempos que echaba de menos hacer disfraces para sus hijos”

O quizás me miró como “¿esta loca no tiene una bolsa de plástico para guardar esa manualidad tan mal hecha?”
Y quizás yo pensé “¿qué le pasa a esa señora? ¿es que no ha visto una cola de dragón de gomaespuma en su vida?”

Puede ser que me echara una mirada de “esa cola de dragón rojo no pega nada con el collar amarillo que lleva, parece la bandera de España”
Y quizás yo pensé “podría meter la cola de dragón en su cabeza llena de laca y se quedaría clavada como un capucho de Semana Santa”

Creo que pensó “esa cola de dragón me la llevaba yo para mis nietos”
Y creo que yo pensé “esa mujer sigue siendo guapa a pesar de la laca y los años”

Y así hasta el infinito.
Infinitas interpretaciones de una misma realidad.

Mucho mejor. De dos realidades diferentes.

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