“¡Estoy aquí, estoy aquiiii!”
Nada.
Un monólogo en formato no respuesta me persigue en este
plano de antimateria.
“¡Oye, no te cueles en mis pulmones!”
Nada.
La densidad carnosa me ignora y me traspasa como al humo de
un puro cubano.
“¡Mira! Puedo sacarme un ojo y volvérmelo a poner”
Nada.
La extravagancia carnicera no invita a mediar palabra.
“¿Has visto que está tu prima la que murió hace diez años?”
Nada.
Ni la prima, ni la tía, ni la abuela, ni un perro que ladra
a mi lado como de morder.
Esta conversación fantasmagórica empieza a aburrir al
espectro.
Y decide morir, para volver a nacer.
Y decide morir, para volver a nacer.
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